martes, diciembre 11, 2007

érase una vez... el zampapedos

Érase un vez que se era... en un lugar no muy lejano... en cualquier parte... quizá a la vuelta de la esquina, quizá ya te hayas cruzado con él... quizá seas tú...

Bueno, dejémonos de lindezas porque este post va de lo que triunfa más que 'San Miguel': "pedocacaculopis". Y lo titulo: "El Zampapedos".

Que, ¿a qué viene este nombre tan sonoro?, ¿que por qué soy tan poco original con mis temas de post?... bueno, vayamos por partes. Primero lo segundo: tengo varios más preparados, pero es que éste tenía que hacerlo. Era una necesidad imperiosa como la de los que motivaron este relato. Lo de la originalidad o no es sólo casualidad ;)

Bien, desde hace algunos meses he venido experimentando algo que me tiene preocupado. Vaya donde vaya: Italia, Barcelona, Granada, Madrid, un ascensor, el Metro (ver el post de "Metro de Madrid: HUELA"), la universidad... en todas partes me he cruzado con alguien que ha querido dejar rastro de su presencia, yo diría aún más, dejar su esencia. No es que hayan querido dejar un grafiti ocurrente en la puerta de un váter o en un monumento... ¡NO!, ¡para qué hacer algo que la gente tenga que querer leer para saber que has estado allí! No, no, no. Mejor hacer algo mucho más sutil, mucho más... sibilino, maquiavélico e insalvable, mejor... tirarse un pedo.

Así de crudo. Así de recién hecho (según se mire). Así de transparente. Así de inevitable. Así de penetrante. Así de maloliente.

Y ahí es donde entra el personaje que da título a este post, YO.

Porque yo he sido la nariz con patas que ha ido detrás encontrándose con esos monumentos que no vienen en los mapas, esos ocupantes del ascensor que no pesan, esos alumnos que no están matriculados, esos viandantes que te tropiezas sin querer porque no has visto... ¡pero cómo coño vas a verlos, si no se ven los muy jodidos!. Pero, ¡ah!, eso sí, se huelen. Y de qué manera, ¡algunos hasta parece que se mastican!

Estás tan tranquilo por la universidad y ves gente leyendo un nuevo cartel, te acercas (ahí es cuando entras en la zona de atracción gravitatoria del gas no-noble)... vas leyendo de lejos y, cuando vas a comentarlo con tu compañero de risas... ¡ZASSSS! mmm... ¡pero qué es ese olor a MIERDA que me acabo de comer!, joder, ¿QUIÉN HA SIDO EL HIJO DE P...? Desistes, si algo tienen estos souvenirs del cuerpo humano es que su creador no deja firma alguna.

Bien, por ahora veo que os váis haciendo a la idea de qué estoy hablando... ¿qué me decís de ese paseo bucólico con tu novia enebrada del brazo al atardecer que se ve ENTURBIADO por culpa del tipejo que camina un par de metros delante tuyo? Pues que ése, ése es el siguiente en hacer que la tapa que te acabas de zampar sepa a lo mismo. No especifico más.
Es que vas feliz, ¡no puedes pedirle más a la vida!, pero, ¿y el de delante? ése personaje, ¿qué fue lo que NO le pidió a la vida?. Esta claro que un silenciador sí le pidió, claro. Lo que no le pidió fué el ambientador. PUAJJJJ

Y ese día que vas en el tren medio dormido y empiezas a sentir que no te responden las articulaciones, que empizas a pesar demasiado, que se pegan los ojos, que el pelo te cae en la cara, que, que... coño, ¡qué mal huele! ¿Quién habrá sido el cabrón que...? Pues tío, desengáñate, ha podido ser cualquiera.

De hecho, seamos serios: ¿cuántas veces hemos sido zampapedos y cuántas veces hemos sido los cabrones que caminan dos metros por delante? ;)

A reflexionar, que yo ya lo he hecho.

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